jueves, 17 de mayo de 2012

El ESTOICISMO: EL IDEAL DE LA IMPERTURBABILIDAD

La filosofía de Epicteto, un estoico romano, se desarrolló a partir de las enseñanzas de Zenón (336-264 a.C.), fundador de la Stoa Poikile (pórtico decorado con pinturas), la última de las cuatro famosas escuelas de la Atenas antigua. La dependencia del pensamiento griego es típica de la filosofía romana; en la larga historia del imperio romano, no se produjo ninguna filosofía que tuviera algún valor. De todos los sistemas filosóficos griegos transplantados a Roma, el estoicismo fue probablemente el más exitoso. Al final del siglo II a.C., la filosofía estoica estaba firmemente asentada en su nuevo ambiente y en los siglos siguientes fue aceptada por los miembros de las clases altas y bajas de la sociedad. Llegó a ser bastante popular entre los soldados romanos como filosofía que predicaba la indiferencia frente a las adversidades, y por su apelación a la "ciudadela interior" resultó atractiva para intelectuales de la talla de Cicerón, Séneca, el emperador Marco Aurelio y Epicteto. La urgente necesidad de los poderes profilácticos de la filosofía estoica era generada por la sordidez y depravación de la época, la cual queda reflejada en una de las observaciones de Epicteto: "[Los hombres] muerden y se envilecen unos a otros, y toman posesión de las asambleas públicas, como las fieras salvajes hacen con los parajes solitarios y con las montañas; y convierten las cortes de justicia en antros de ladrones. Son intemperantes, adúlteros, seductores".
Existe poca información sobre la historia personal de Epicteto. La fecha y el lugar precisos de su nacimiento son desconocidos, pero la evidencia existente indica que nació en la ciudad griega de Hierápolis, en Frigia, hacia el 50 de nuestra era. Se dice que cuando niño fue vendido como esclavo por sus padres, y que llegó a ser parte de la familia de un soldado romano bastante libertino. (...) Según la costumbre romana, a Epicteto le fue permitido asistir a las lecciones de un filósofo estoico, ya que mostraba gran habilidad intelectual. Cuando murió su señor, Epicteto obtuvo su libertad. Por esa época, ya había ganado notoriedad como filósofo, y eligió permanecer en Roma como maestro. Cuando, en el 89 d.C., el déspota emperador Domiciano obligó a todos los filósofos a abandonar Roma, Epicteto emigró a Nicópolis. Allí comenzó otra escuela, en la que enseñó hasta su muerte, en el 130.
Epicteto se distinguió más como orador que como escritor. Nada se conserva de sus escritos originales, pero Arrio, uno de sus discípulos, trascribió sus lecciones de ética y las editó en ocho volúmenes. El más importante de estos volúmenes es Discursos, y el Enchiridion, o Manual. La meta de Epicteto era "mover a sus oyentes a practicar la virtud", y cuando daba sus conferencias, decía Arrio que "la audiencia no podía evitar ser conducida a dónde él pretendía".
Los estoicos sostienen que las personas morales son las que viven de acuerdo con los dictados de la razón, y se ven a sí mismos como individuos autosuficientes, capaces de disciplinar sus deseos y de permanecer totalmente indiferentes a las vicisitudes de la vida. En virtud de sus principios morales y de su concepción de la vida buena, los estoicos se consideraban a sí mismos como pertenecientes a la tradición socrática. Ellos sostienen, como sus predecesores los cínicos, que la lección que se debe sacar de la vida y enseñanzas de Sócrates es que la virtud humana y la felicidad dependen no del éxito material, sino de la formación del carácter, el cual debe ser fiel a lo más propio de nuestra naturaleza: la racionalidad. Además, sostienen los estoicos, es a través de la conducta en conformidad con la naturaleza racional que la gente se une entre sí y con el universo. El significado de la exhortación socrática: "conócete a ti mismo", es claro, pues es sólo a través del conocimiento propio que la gente puede participar en la comunidad moral y cumplir con su función en el gran diseño del universo.
La visión estoica del universo, elaborada a partir de otras teorías cosmológicas griegas por el fundador de la Estoa, Zenón, y por sus brillantes sucesores, Cleantes (c. 310-230 a.C.) y Crisipo (280-209 a.C.), proporciona soporte a la ética estoica. Basándose sobre todo en la doctrina de Heráclito (c. 500 a.C.), ellos ven el universo como una unidad orgánica en la cual la forma y propósito de cada parte está determinada por Dios, quien es pensado como el principio racional inmanente al todo. Los estoicos ven a Dios como la fuerza vital que crea todas las cosas en este universo interconectado, y como la inteligencia cósmica que lo gobierna desde dentro. Esta concepción de Dios –llamada panteísmo–, sirve de base para las intuiciones éticas de los estoicos, ya que el individuo, como un ser racional, es un "fragmento separado de Dios". Todas las personas poseen la habilidad de comprender la naturaleza divina, y la vida buena cosiste en vivir en conformidad con ella. Pues, como dice Epicteto, "donde está la esencia de Dios, también está la esencia del bien. ¿Cuál es la esencia de Dios?... ¿La razón correcta? Ciertamente. Aquí, entonces, sin más, hay que buscar la esencia del bien".
Epicteto está más interesado que otros estoicos romanos en metafísica, y permanece más leal que ellos a la posición original de la Stoa. Sin embargo, su actitud hacia la especulación acerca de la naturaleza de las cosas es más piadosa que probatoria, más religiosa que filosófica, más práctica que teórica. Para Epicteto, el valor inherente a la humanidad es la adoración de Dios, y su deber es ser digno de Dios. Los obstáculos que la gente encuentra en sus intentos para vivir noblemente son la materia hacia la que el filósofo debe dirigir su atención. Las condiciones y limitaciones de la vida moral están dadas en la naturaleza humana:
¿Qué es lo que dice Zeus? "Epicteto, si fuera posible habría hecho tu cuerpo y todas tus posesiones (todas esas bagatelas que aprecias), libres e ilimitadas. Pero como son las cosas –nunca olvides esto–, este cuerpo no es tuyo, es sólo una mezcla inteligente de barro. Pero ya que no puedo hacerla libre, te doy una porción de mi divinidad, esta facultad de actuar o no actuar, la voluntad de adquirir o de evitar".
La misión del sabio es urgir a las personas a examinarse a sí mismas y a llevar una vida conforme a la razón.Nada es por su propia naturaleza calamitoso –incluso la muerte es terrible sólo si la tememos. De nuevo, aunque uno pueda fallar al llevar a cabo los actos señalados por la providencia divina –porque al tratar de realizar nuestros deberes las circunstancias nos lo impidan– uno debería permanecer imperturbable. Por ejemplo, si debido a la pobreza los padres no pueden alimentar a sus hijos, no deberían preocuparse, siempre y cuando hagan todo lo posible por proveer para sus hijos. Si ellos desean cumplir con su deber, están cumpliendo con su obligación, pues sólo esto está dentro de su poder. Aún más, ellos deben estar seguros de que todo lo que sucede es por necesidad divina, y que sea lo que sea que Dios haga, es por su bien.
Epicteto, como consejero moral, nos recomienda cultivar una actitud de indiferencia hacia la buena o la mala fortuna, ya que los eventos externos escapan a nuestro control. Por consiguiente, los individuos prudentes no se dejan esclavizar por las demandas de su cuerpo, ni se vuelven emocionalmente dependientes de personas u objetos.

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