viernes, 18 de mayo de 2012

el honor del crucificado..

En razón de la libertad  de los cristianos para participar en todos los asuntos humanos que interesan, desde la personal responsabilidad; y  con respeto sincero a las personas con las que no coinciden en los contenidos ni en el diagnóstico. Decimos  esto para que quede claro que ejercemos el derecho irrenunciable a decir lo que pensamos, asumiendo la responsabilidad de nuestras opiniones en todo su valor. 
 
¿A quién descubrimos en el Crucifijo? ¿Quién es ese a quien no quieren  que contemplemos siquiera en ese estado de fracaso humano total? ¿Cuál es ahora su delito para que le sigan odiando y persiguiendo con tanta saña?. Ni siquiera soportan su presencia silente  en las humildes cruces que cuelgan en las paredes de las escuelas. Insisten en arrebatar su Imagen a los  jóvenes, que de ninguna manera interesa que le conozcan, porque han constatado que es imposible conocerle y no amarle. Y aún más cuando aquellos jóvenes lo contemplan en un estado tan lamentable y dolorido que les anima a interesarse y a solidarizarse  más con el dulce Jesús Crucificado. Quienes le persiguen no pueden entender que la Imagen arruinada  del Crucificado  pueda invitar a tantos jóvenes a seguirle, por un camino que lleva irremisiblemente al Patíbulo, donde la promesa del Amor encuentra su realización más completa. Los postulantes del hedonismo y de la cultura materialista no aceptan el misterio de convocatoria y de amor que se esconde tras una simple Cruz de palo.
Laicismo es el impulsor del odio a la Señal del Cristianismo. Es un combate que dura ya más de dos siglos. Siempre ha estado ahí, en la vanguardia abierta o a la sombra de todas las  persecuciones a la Iglesia del Crucificado. Toda suerte de persecuciones: desde la difamación a la calumnia, directamente o con la complicidad de segundos; y  persecución hasta la muerte. Habrá que seguir insistiendo en este tema, porque el Laicismo está omnipresente en las políticas de agresión de este Gobierno a los valores del Cristianismo y a los derechos fundamentales del hombre, en particular el derecho a la vida, el derecho de los padres a decidir sobre la educación de sus hijos y los derechos de la familia natural.
En este tiempo no se dan las condiciones  objetivas para una persecución sangrienta, como sucedió en los años treinta del pasado siglo. Entonces el Laicismo se apoyó en la confrontación social, dadas las condiciones de miseria económica e injusticia social en nuestro país. Y fueron colaboradores protagonistas de las fuerzas revolucionarias marxistas y anarquistas. Pero siempre el Laicismo atizando el odio y la persecución de los cristianos. Decenas de miles de católicos fueron asesinados en la mayor persecución religiosa de nuestro mundo, llevando a los altares  nombres de nuevos santos españoles, y otros muchos que viven entre los bienaventurados de la Iglesia triunfante. Pasados los años de la transición política, en los que las ideologías derrotadas en la guerra civil recobraron todos los “derechos” perdidos, y una vez restablecida la “normalidad democrática”, el Laicismo quiere recuperar su condición de enemigo irreductible de los valores y principios cristianos. Desde el Gobierno vienen impulsando toda suerte de leyes y medidas en aquel sentido, con el apoyo de fuerzas políticas de ultraizquierda, muy minoritarias, pero muy combativas y de trayectoria significada en la persecución religiosa de aquellos años de República y Frente Popular. A veces nos sorprende la osadía y la arrogancia del Laicismo para poner en marcha sus políticas en esta sociedad, tan alejada ya de aquellas condiciones de lucha social y de incultura generalizada, que fueron su caldo de cultivo.                                                                           
El HONOR DEL CRUCIFICADO está en la Cruz. Y ese Honor hay que defenderlo con  humildad y mansedumbre. El derecho de los cristianos a defender el Honor de Dios prevalecerá sobre todas las potestades del mundo: ya que cuanto más débiles nos consideren más fuertes somos, pues la Fuerza del Crucificado se hace perfecta en nuestra flaqueza. Que se enteren bien los que quieren arrancar los crucifijos de las escuelas, con la  justificación que en cada momento quieran presentar. Una y otra vez lo han intentado, pero al final, en lo más alto, estará siempre el Crucificado, atrayendo a los hombres  hacia El, con los brazos abiertos a todos, también a los que le persiguen y a los que le maltratamos. Pierden el tiempo los Laicistas, porque el Crucificado -aunque a veces lo parezca- no pierde batallas. También el Laicismo tendrá que exclamar: “Venciste Galileo”. Nada más cierto que esto.

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