sábado, 2 de junio de 2012

evolución cultural en un sentido ético

Aunque no todos los especialistas comparten este juicio, son muchos los que consideran que el desarrollo humano apunta a un futuro de plena cooperación mutua y de superación de los inconvenientes que supone la violencia, la ignorancia y los conflictos sociales institucionalizados. Si observamos la evolución cultural sólo en el período histórico, vemos que se han producido cambios fundamentales en lo referente a la ética, a los modelos de convivencia y a nuestras relaciones sociales. La reforma protestante acabó dando lugar a la sociedad igualitaria, democrática y participativa que tenemos ahora. Los movimientos socialistas tomaron formas religiosas también (doctrina, trascendencia, cambios en el comportamiento privado derivados de una toma de conciencia, simbología emotiva). Y ahora estamos en el siglo XXI. ¿Por qué pensar que estos cambios dejarán de tener lugar?, ¿no podríamos dedicar un poco de atención a las posibilidades de un cambio cultural definitivo, en un sentido de alcanzar una plena cooperación humana, en la resolución definitiva de los conflictos de violencia, irracionalismo e ignorancia? ¿No es esto importante y no merece que se trabaje un poco en ello? ¿Lo está haciendo alguien ahora mismo, en alguna parte? Para un discípulo de Freud, Erich Fromm, un enfoque racional del amor presenta grandes posibilidades futuras, tal como escribe en el último párrafo de su famoso libro "El arte de amar" (1956) "Tener fe en la posibilidad del amor como un fenómeno social y no sólo excepcional e individual, es tener una fe racional basada en la naturaleza misma del hombre." La fórmula aproximada que parecería corresponder a nuestro futuro inmediato sería algo así como el cristianismo ateo que sugiere el famoso divulgador científico Richard Dawkins. "¿Cómo partimos de esa minoría de seres humanos amables a los que cada uno conoce e incrementamos su número, idealmente hasta que se conviertan en una mayoría de la población? ¿Podemos inducir a que la bondad se difunda como una epidemia? ¿Podemos empaquetarla de forma que se transmita por las futuras generaciones en una propagación vertical?" ¿Qué formas participativa tomaría?, ¿cómo podemos contribuir a hacerlo posible? Los cambios no pueden consistir en repetir lo que ya se ha intentado (socialismo) ni en meros retoques cosméticos (ecologismo) ni en puro voluntarismo de hacer mejor lo mismo que se lleva haciendo durante varias generaciones. La psicología es criticada porque parte del punto de vista de remediar la enfermedad, pero siempre considerando que el mundo convencional es "saludable", sin tener en cuenta que la mayoría de los casos de desequilibrio e infelicidad más hirientes son consecuencia de esa forma de vida convencional. La psicología algo tendría que decir acerca de crear alternativas humanas que signifiquen promover la salud mental, y no sólo paliar los casos críticos de enfermedad. En realidad, toda la sociedad está enferma y la psicología se inhibe del asunto, dejándolo en manos de la política, la economía y las religiones de lo sobrenatural, cuando lo que mejora una sociedad es una evolución cultural en un sentido ético, la única que puede garantizar la salud humana. En este tema, la psicología inexplicablemente guarda silencio. Creo que la ética toca en la sociedad intereses de personas con poder (ya sea poder adquisitivo o poder de influencia) y eso hace que la cultura en el sentido ético no evolucione.
Si bien es cierto que como sociedad colaborativa e igualitaria hemos crecido en comparación con los tiempos de la esclavitud, también es cierto que ese crecimiento llevó no años sino siglos y posiblemente nosotros no seamos testigos de cambios drásticos que marquen un momento en la era del mundo a nivel evolutivo. Nosotros formamos parte de los siglos que se suceden, y el hecho es que nunca en el mundo ha habido tanta información, tanta gente que exige actuación y tanta experiencia de cambios ya sucedidos como ahora. La cultura en un sentido ético ha evolucionado y seguirá evolucionando. Nuestra concepción de la sociedad igualitaria, por ejemplo, difícilmente hubiera sido concebible por un Aristóteles o un Platón. Nosotros hoy somos conscientes de la imperfección de nuestra forma de vida: la conflictividad social, la cooperación ineficiente, las creencias irracionales, la violencia interiorizada. Ponerle remedio a esto es una exigencia del mundo de hoy, las soluciones vendrán, pero nosotros hemos de participar en ella. No se puede simplemente concebir un determinismo en el sentido de que la mano invisible de la Historia producirá los cambios, porque esa "mano invisible" nos atañe a nosotros personalmente y cada cual actuará creyendo estar resolviendo sus problemas individuales, cuando éstos formarán parte de algo que atañirá a todos. la idea es que la cultura cristiana, por ejemplo, en cuanto que enseñanza de una ética de la compasión (el budismo también), ha permitido desarrollar una serie de técnicas de introspección psicológicas como las confesiones, autoexámenes, guías y ejercicios espirituales que fueron socialmente aceptadas en tanto que se consideraban que ayudaban a mejorar la vida humana en un sentido de altruismo y bondad que, a su vez, creaban un entorno más favorable a la plena cooperación: mientras más bondadosas son las personas, más se puede confiar en ellas, y por tanto, mejor podemos cooperar con ellas, lo que permitiría un avance económico y social prácticamente ilimitado.  Todo lo que la religión cristiana alcanzó en este aspecto ha sido ampliamente superado por la psicología moderna, con sus técnicas cognitivo-conductuales, psicoanalíticas y de todo tipo. En teoría, el alma humana es ahora más visible que nunca, y sin embargo, la psicología no ha dado el paso de utilizar estas técnicas para desarrollar pautas culturales de mejora en un sentido ético. Lo ilustro con una fantasía: imaginemos unos psicólogos que describen y determinan la bondad humana, de la misma manera que ya se ha hecho con la psicopatía, la sociopatía y las tendencias violentas (y con los coeficientes de inteligencia). Estos psicólogos elaboran incluso tests de bondad, que permiten determinar cuales son las personas más predispuestas a desarrollar pautas de conducta de altruismo y empatía. Las autoridades civiles, concienciadas de la importancia del descubrimiento, solicitan voluntarios para elaborar un embrión de la nueva cultura. Un millar de personas seleccionadas de entre las más bondadosas son invitadas a colonizar una islita del               Pacífico bajo control científico. Como se trata de personas en las que todo el mundo confía, que nunca son agresivas y sí plenamente cooperativas, pronto su islita es enormemente próspera y feliz. Los científicos, además, han estudiado sus pautas de comportamiento, su lenguaje, sus hábitos sociales, las costumbres que se han desarrollado (igual que se estudia a los criminales). El experimento se hace público y ante la evidencia de que una sociedad más perfecta es posible, el público toma de estos descubrimientos unas guías de comportamiento determinados. En realidad, no es algo muy diferente de lo que se ha hecho con la objeción de conciencia al servicio militar en muchos países. Defender a la patria es un deber, pero el pacifismo y el desarrollo de la conciencia altruista es un bien mayor. Así que la sociedad toleraba a unos cuantos ciudadanos desleales en la esperanza de que con esto estuviesen contribuyendo a un futuro mejor.

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