domingo, 30 de septiembre de 2012

leyendas de la edad media



Se considera que la Edad Media es el período de tiempo que va desde el siglo XIII al XIV de la era cristiana. Como todo tiempo histórico, tuvo momentos de esplendor y momentos de oscuridad. Nacieron entonces numerosas leyendas, pobladas de creencias y devociones populares, pero también florecieron tovadores, juglares y poetas, en la sinuosa frontera que se traza entre el amor y el arte.

La Caballería Andante , símbolo unívoco de los tiempos medievales, idealizada por sus leyendas más representativas, la saga del Rey Arturo , tuvo su apogeo durante la Edad Media. Estas historias y muchas otras fueron harto populares al punto de ser parodiadas por Miguel de Cervantes en la obra cumbre del idioma castellano, Don Quijote de la Mancha. La Edad Media fue también el escenario sobre el que se fundaron numerosas órdenes religiosas militares que no pocas veces alcanzaron dimensiones míticas. La guerra fue, en rigor, la realidad más representativa de estos tiempos.

En síntesis, la Edad Media fue un universo complejo, en donde lo fantástico era a menudo tenido por real y la superstición construía una religión aparte. Muchas de las leyendas medievales sobreviven aún hoy en el imaginario popular occidental y pueblan nuestras tradiciones de castillos, princesas y valientes caballeros.

Abelardo y Eloisa

Abelardo nació en 1079 en Palais, Alta Bretaña, una aldea próxima a Nantes. Berengario, su padre, era una persona culta e ilustre que supo hacerse cargo de la educación de su hijo y sus hermanos.

Siendo muy joven, Abelardo fue destinado a la carrera militar, que luego abandono por su pasión por el estudio. Cultivó todos los saberes de su tiempo, incluyendo la música y el canto. Y fue por el estudio que renunció tanto a su herencia como a su primogenitura. Abelardo, inteligente y tolerante, fue paradójicamente asceta o sensual, según los vaivenes de su corazón.

A los 20 años, Abelardo se marchó a París, dedicándose a la filosofía. Estableció una escuela en la colina de Santa Genoveva y a la misma atrajo a una gran multitud de alumnos de los que mereció profundo respeto. Años mas tarde, sus obras De trinitate y su Introducción a la teología, despertarían grandes polémicas y serían condenadas por la Iglesia Romana.

Tuvo su primera escuela en Melun y en Corbeil para regresar a los 25 años a París en donde se entregó plenamente al debate filosófico. Abelardo se hizo discípulo de Anselmo para aprender teología. Luego comenzó a debatir con su maestro, al que venció en una discusión pública, quedándose así con todos sus discípulos. La soberbia de Abelardo ase despertó como consecuencia de su constancia en el estudio y su habilidad retórica.

Eloísa, era una bella joven de talento excepcional, sobrina de Fulberto, canónigo de París. Había nacido en 1101 y tenía entonces 17 años. Abelardo, que vivía en casa de Fulberto, sedujo a Elosía bajo el pretexto de cultivar su formación filósofica: “inflamado de amor, busque ocasión de acercarme a Eloísa y en consecuencia, trace mi plan.”, decía Abelardo en una epístola dirigida a uno de sus amigos.

Cuando Eloísa quedó embarazada, Aberlardo decidió raptarla para conducirla a Bretaña. Allí, dio a luz un niño en la casa de la hermana de su amante. Pero cuando Abelardo regresó a París, Fulberto lo esperaba para ejecutar su venganza: sus emisarios multilarían sin mas al seductor de su sobrina.

Eloísa, sin otra alternativa, tomaría los hábitos en el convento de Argenteuil y Abelardo, ingresaría en el convento de Saint-Denis. Aunque éste, más adelante, abandonaría el claustro para dedicarse nuevamente a la enseñanza y al debate filosófico, aumentando su fama y con ella, la cantidad de seguidores y adversarios.

Abelardo, como consecuencia de sus ideas y discusiones teológicas, fue rechazado por los monjes de Saint-Denis, por lo que se retiró a la diósesis de Troyes donde se comprometió con una vida austera y rigurosa. Allí fundó el oratorio al Paracleto o Espíritu Santo Consolador, del que mas tarde Eloísa fuera abadesa.

Durante el Concilio de Sens, en 1140, San Bernando venció a Abelardo en una discusión pública. En consecuencia, fue condenado a cárcel perpetua (sentencia que luego fue conmutada por la clausura en un monasterio). Sin embargo, años después, el abad de Cluny, Pedro el Venerable, logró reconciliar a Bernardo y Abelardo.

Abelardo murió en la abadía de San Marcelo, en Chalons-sur-Saone, el 21 de abril de 1142. Tenía por entonces 63 años. En sus últimos años, había abandonado sus ideas heréticas, rechazando el arrianismo y el sabelianismo. Eloísa, reclamó su cuerpo.

Elosía murió en 1163, pero recién en 1808 los restos de ambos amantes fueron depositados juntos en el Museo de monumentos franceses de París. Finalmente en 1817, ambos fueron depositados en una misma tumba, en el cementerio del Pere Lachaise, de la misma capital. En rigor, los arqueólogos cuestionan la autenticidad de los restos. 
 ero en el terreno de lo legendario, la ficción y la realidad se tejen en una verdad de fe, que vale simplemente por el romanticismo del relato que los que escuchas desean creer.. Abelardo y Eloisa, aunque abocados al debate filosófico el uno, o la vida monástica la otra, nunca dejaron de amarse apasionadamente, pensando sin más, el uno en el otro. No pudieron morir juntos, pero protagonizaron la terrible desdicha de un amor imposible que si bien no les dio la felicidad de vivir uno cerca del otro, si les dio la de haberse sabido amados.
Lohgengrin, caballero del cisne, es un héroe de los mitos europeos medievales que sería absorbido por la leyenda artúrica, como hijo de Parsifal (Perceval), el caballero del Grial.

Según se narra en un poema épico del siglo XIII, y otras fuentes relacionadas con él, al morir el duque de Brabante, le solicitó a su única hija, Elsa, que se casara con uno de sus caballeros, Friedrich de Telramund.
                     
Sin embargo, Elsa rechaza a Friedrich. Éste, indignado, se queja ante el Emperador, Enrique el Cazador, de que Elsa ha roto su promesa y luego la acusa, además, de haber matado a su padre. Ante esta acusación injusta y sin que nadie la defienda, Elsa rezará invocando ayuda. La oración hace que suene la campana del Montsalvat, en el reino del Grial, señalando que alguien está en peligro. Entonces, Lohengrin, un caballero del Grial, va a rescatarla con ayuda de un cisne mágico.

Lohengrin vence a Friedrich en un combate singular probando así la la inocencia de Elsa. Cumpliendo con las normas de la cortesía caballerezca, no lo mata aunque el emperador luego, lo condenará a muerte.
                          
Lohengrin se casa entonces con Elsa convirtiéndose en el duque de Brabante. La condición era muy clara: ella jamás podría preguntar cómo se llama o dónde vive. El propio Grial había dispuesto que cuando alguno de sus caballeros salieran del reino del Grial, lo habrían de hacer en el más absoluto anonimato, de manera tal que si se descubriera su identidad estarían irreversiblemente obligados de regresar.

Pasados varios años, luego de tener unos cuantos hijos, Elsa no puede soportar la curiosidad. En el relato original, son las burlas de la duquesa de la Cleves las que la animan a romper el pacto (en la opera de Wagner lo hace por la insistencia de Ortud, la esposa de Friedrich). Finalmente, Elsa realiza la pregunta prohibida. Lohengrin debe pues, regresar a proteger el Grial, dejando a su dama sola, acompañada tan solo por su espada, su cuerno y su anillo como toda herencia para sus hijos.

El hada Melusine
La leyenda de Melusine es un reflejo de la Lohengrin, porque en ambas historias, hay un secreto que debe permanecer oculto.

Melusine, era la hija de Elinus, rey de Escocia y del hada Pressina. Cuando crece, Melusine descubre que su padre la había visto nacer, contra los deseos de su madre. Entonces decide encerrarlo en una montaña. Su madre, el hada Pressina, le recrimina su atrevimiento y condena a su hija a convertirse en una serpiente de la cintura para abajo todos los sábados.
                                    
Un día, Melusine paseaba por el bosque Raymon de Potiers. Lusignan, la ve bañarse y se enamora de ella. Melusine se casa con él, pero le pone como condición que nunca la visite los días sábados. Los hermanos de Raymond lo convencen de que ella le es infiel: los sábados podría reunirse con un amante.

Así, creyéndose engañado, él la espía y ve su cola de serpiente. Entonces desaparece para siempre.

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